Ponencia de Ayelén Aguirre

Ponencia de Ayelén Aguirre

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Tránsito adolescente en pandemia:

¿Apostando por una salida posible en contexto de aislamiento?

 

“En el fondo, el Tao del psicoanalista es lograr sostenerse en su lugar.

Allí donde hubo ruptura, allí donde hubo fractura, allí donde la letra inscribió un litoral, el borde de todo saber posible, se puede hacer surgir un vacío medio actuante, una posibilidad de mantener junto lo que no se mantiene junto”.

                                                              Miller, J. (2003) La experiencia de lo real.

 

Como residente de Psicología en el Programa de Residencias Integradas Multidisciplinarias[1] (PRIM) de la ciudad de Tandil, realicé mi rotación de 1° año de trayecto formativo por el espacio de consultorios externos del Centro de Salud “La Movediza” -sede de nuestra residencia- entre finales de 2020 y durante gran parte del 2021. Mi ingreso a la Residencia tuvo como escenario principal la emergencia sanitaria precipitada por la pandemia por Covid-19, y como efecto de ello, me encontré con la realidad de que debía iniciar mi proceso formativo en salud pública advertida necesariamente de lo imprevisible, inaugural e inédito del contexto que atravesaba cada dispositivo y cada práctica. Considero que hoy, releyendo el material escrito al finalizar dicha rotación –el cual desarrollaré a continuación- vuelvo a percatarme del desafío que implicó para mí iniciar una instancia formativa como la Residencia en el marco de una pandemia sin precedentes, que interpeló y transformó aquellos modos conocidos, teorizados y transmitidos de garantizar el acceso a la salud. Pero específicamente, desafió los modos de concebir y acompañar al padecimiento subjetivo ante y durante tal escenario incierto. En este sentido, me permito tomar las palabras de Marcelo Percia (2020) presentes en Esquirlas del Miedo, en su intento por nombrar algo de aquello indecible:

Asistimos a frustradas explicaciones que comienzan diciendo

 ‘siento que…’.

Sentimientos que no se terminan de decir, que no se saben decir,

que se está viviendo sin que se puedan saber.

Sentimientos a la deriva que pasan de una cosa a otra, sin poder reconocerse en los fragmentos desacoplados de las normalidades rotas.

Así…las angustias.”

 

Angustias, silencios, distancias, cuerpo, presencia. ¿Cómo pensar estos elementos en las adolescencias que han transitado dicho proceso vital en tiempos de pandemia? ¿Cómo ir de lo pasiblemente teorizado en lo universal, al recorrido singular de un adolescente que se encuentra con un practicante del psicoanálisis sostenido desde una posición analítica?. En este sentido, los interrogantes que guiarán, en mayor medida, el trabajo desarrollado a continuación, estarán vinculados al proceso adolescente en el marco de la emergencia sanitaria y sus posibles efectos, y en mi lugar como profesional de la salud mental apostando por acompañar dicho tránsito desde una mirada psicoanalítica.

 

Los padres de Julián se acercan al espacio de admisión solicitando “terapia” para su hijo de 14 años de edad por encontrarse éste en un tiempo de “mucha rebeldía”. Estos padres se presentan “desbordados”, alegando ya no saber qué hacer con Julián. Refieren que éste contesta todo el tiempo y los insulta cuando le intentan poner algún límite (siempre bajo la modalidad de no poder salir) y que las discusiones siempre finalizan con Julián yéndose de la casa por unas horas. Asimismo, remarcan sus temores en torno a que su hijo salga a verse con algunos jóvenes del barrio, puesto que ellos –los padres- “conocen el lugar en donde viven” por su propia historia y no quieren que su hijo se ponga en riesgo. Luego de esa primera entrevista con los padres, comienzo a encontrarme con Julián.

 

El registro inicial que tengo ante el primer encuentro con éste es de sorpresa ante su gran contextura física y altura. Impresionaba ser un joven mucho más grande que aquel que había sido descripto por sus padres. En la entrevista con ellos, ambos habían insistido en referirse a él como “un nene… todavía”, con marcada insistencia a lo largo de sus relatos. Al verlo, dicha insistencia recobró sentido, puesto que me permitió interrogarme acerca del impacto que el crecimiento del hijo había generado en estos padres. ¿Algo del duelo por el cuerpo de su niño estaría empezando a operar allí en ese “nene…todavía”?

 

A lo largo de las primeras entrevistas, Julián se presenta con cierta vergüenza y timidez que se perciben más en su mirada –que rara vez se encuentra con la mía- que en sus relatos. Dialoga, sin demasiados silencios, sobre escenas cotidianas en su hogar y sobre las discusiones casi sistemáticas con sus padres. Entrevista tras entrevista menciona su deseo de salir de su casa porque se aburre y “no aguanta” estar todo el día ahí. En esa línea, se lamenta por no poder asistir a la escuela, siendo que además de que extraña salir, se le dificulta mucho realizar sus tareas solo. Además, comienzan a aparecer en sus relatos escenas recurrentes de violencia cada vez que sí logra salir de su casa, ya sea porque sus padres lo dejan o porque “se escapa un rato”. En dichas escenas siempre termina acompañando a alguien más que inicia una pelea y termina siendo golpeado o golpeando a otros. En un intento por situar algo de su implicación allí, se lo interroga sobre lo que piensa de aquellas escenas, y como respuesta sólo levanta los hombros, me mira y permanece en silencio. Como si nada de ello lo tocara. Como si aquellas escenas fueran algo del orden de lo extraño para sí. Nada parece tener que decir de ello, más que contarlo como un espectador más.

 

¿Podrían leerse estas escenas en Julián como signos de un tiempo puberal de metamorfosis en donde lo real irrumpe sin poder ser aún regulado, enmarcado, ficcionado, por la vía significante? Dichas escenas de violencia, ¿podrían ser pensadas como tratamientos posibles que Julián encuentra para lidiar con aquel real que lo desborda? Miquel Bassols (2020) en La ley de la naturaleza y lo real sin ley retoma una frase de Miller (2012) compartida en su escrito Lo real en el siglo XXI que dice: “El no tener sentido es un criterio de lo real, en tanto que es cuando uno ha llegado al fuera de sentido que puede pensar que ha salido de las ficciones producidas por un querer-decir. ‘Lo real está desprovisto de sentido’ es equivalente a lo real no responde a ningún querer-decir. El sentido se le escapa.” (p. 1)

 

Julián, a lo largo de las entrevistas habla insistentemente sobre dos cuestiones: la añoranza por asistir nuevamente de forma presencial a la escuela y las escenas de violencia que casi semanalmente trae a la consulta a modo de relato sin (aparente) implicación. Como efecto de ambas cosas, finaliza cada entrevista refiriendo nuevas discusiones con sus padres que cada vez parecieran hacerse más insostenibles al interior del hogar. En línea con la añoranza del regreso a la modalidad presencial en la escuela, me pregunto ¿qué añora puntualmente Julián allí? ¿Qué es lo que ha sido trastocado por la pandemia hoy en su vida que hace tan necesario para él retomar la escolaridad? Cuando hablamos de pandemia, precisamente ¿a qué nos referimos? ¿Al aislamiento, a la enfermedad por Covid-19, al miedo, a la muerte?.

 

Bassols (2020) en el escrito antes mencionado hace alusión al contexto de pandemia por Covid -19 y sostiene que “La experiencia de lo real en la que nos encontramos no es pues tanto la experiencia de la enfermedad misma sino la experiencia de este tiempo subjetivo que es también un tiempo colectivo, extrañamente familiar, que sucede sin poder representarse, sin poder nombrarse, sin poder contabilizarse (p. 1 ) Y más adelante agrega: “La dimensión de síntoma de esta experiencia sucede sin estar necesariamente habitados por el coronavirus mismo, solo por el discurso que intenta dar un sentido a su irrupción en la realidad como efecto de la pura ley de la naturaleza.” (Bassols, 2020, p. 1)

 

En esta línea, ¿podría pensarse hoy una suerte de profundización de la experiencia de lo real en el tránsito adolescente, como efecto de un contexto caracterizado por la indeterminación (Tejo, 2020) y desfallecimiento del Otro (López, 2014) como lugar simbólico en el cual sostenerse? ¿Desfallecimiento como crisis de sentidos, ausencia de semblantes con los cuales enmarcar el acontecimiento imprevisto de una pandemia sin precedentes, a la vez que el acontecimiento en el cuerpo de la irrupción pulsional adolescente?

 

Comienzo a notar que algo de esas escenas escolares en casa, que se repetían tanto en el discurso de Julián como en el de los padres, podían ser un indicador o signo de lo que era urgente escuchar. Algo allí insistía casi al modo sintomático de donde ni Julían ni los padres podían salir. Cada escena escolar aparecía narrada desde la frustración y el impedimento tanto en Julián por no saber cómo hacer las tareas, como en los padres por no saber cómo ayudarlo, y finalizaba con una fuerte discusión que, entre insultos y empujones, concluía con el joven yéndose de la casa por unas horas. (Generalmente hacia la plaza o “daba vueltas en el barrio”). Me propongo, entonces, intervenir sobre aquello. Me comunico con la Psicopedagoga del Programa Envión en Movediza, consultando por la posibilidad de acompañar, desde dicho espacio, la trayectoria escolar de Julián, a sabiendas de que éste había concurrido al programa cuando era más pequeño y que algunos profesionales del equipo lo conocían tanto a él como a su familia. La apuesta se sostenía en un deseo de mi parte por propiciar un afuera, un espacio otro desde donde poder transitar no sólo su escolaridad (interrumpida presencialmente) sino también sus requerimientos adolescentes, más allá de sus padres.

 

En línea con lo anterior, Valería Mian (2021) en Adolescencias en pandemia. Intimidad y Exogamia, sostiene que “La salida exogámica pulsa insistentemente en los adolescentes. Buscar otras presencias, procurar ausentarse, crear zonas de intimidad fueron los desafíos que los adolescentes y sus padres tuvieron que enfrentar más trabajosamente durante el aislamiento. Ya no se contaba con las vías facilitadas del colegio, la calle, la plaza, el club y otras actividades que ofrecían un afuera seguro y confiable para explorar. ¿Dónde queda el mundo por conquistar? ¿Dónde se ubica la transgresión? ¿Qué hacer con el empuje pulsional sin los cuerpos de otros?” (p. 2). En el caso de Julián, ¿Con qué posibilidades cuenta para iniciar-transitar la necesaria salida exogámica? ¿Cuán esencial resultan “los cuerpos de otros” para estos padres que parecieran encontrarse desbordados ante la confrontación constante de Julián e imposibilitados de salir ellos también de algunas posiciones?

 

Finalmente el equipo de Envión acepta ponerse en contacto con la familia de Julián y a la semana siguiente comienzan a trabajar. Me propongo, semana por medio, mantenerme en comunicación con la psicopedagoga del espacio, para continuar articulando y pensando en conjunto los modos más propicios de acompañar a Julián en estos tiempos. Actualmente, el joven se encuentra asistiendo no sólo a los encuentros individuales con la psicopedagoga para el acompañamiento de su escolaridad, sino también a las actividades grupales que el Programa Envión reanudó previo al receso invernal. Al interior de su espacio de análisis, sus padres parecen encontrarse más aliviados, y refieren ya no tener tantas discusiones con Julián. ¿Se sienten ellos también sostenidos por el equipo de Envión? ¿Acompañados?. Por su parte, Julián manifiesta “ya no contestar tanto” en su casa, y pasar mucho tiempo con su nueva novia. Algo del salir fue introducido por los padres también en esta nueva relación amorosa del hijo, sostenido en un salir protegido, cuidado y regulado: Julián puede ver a su novia en su casa o en la casa de ella, y puede salir con ella al cine o al centro, pero siempre y cuando los padres estén al tanto y puedan ir a buscarlos en auto por “seguridad”. Julián se muestra comprendiendo las condiciones, aceptándolas. ¿Será que algo de esta regulación impuesta por sus padres, ordena el goce pulsional presente en Julián, goce que requería de dicha regulación desde antes pero que no podía ser enmarcado por la impotencia de sus padres? La experiencia del amor, ¿Podría ser, también, una vía de tratamiento de lo real en Julián? Instalar un afuera, una especie de terceridad bajo el modo de la articulación interinstitucional, y como efecto, de intervención desde el Envión, ¿Pudo instituirse como Otro no tan desfalleciente ante los embistes pulsionales y lo real hecho cuerpo en un contexto de imprevista pandemia? ¿Habrá encontrado Julián, por medio de la intervención de este programa, el envión necesario para iniciar su salida? ¿Salida cuidada, resguardada, acompañada?

 

Para concluir, tomo el interrogante que comparte Jader Andrés Flórez López (2020) en su escrito Lo imposible de soportar en los tiempos del Coronavirus en torno al impacto de la pandemia en las subjetividades: “¿Cómo responderá cada uno ante las diferentes soluciones que se han derrumbado o alterado por los efectos del coronavirus?” (p. 1). En este sentido, entiendo que cada respuesta y cada tránsito será singular, pero no por eso necesariamente en aislamiento. Considero que de lo que nos ha advertido este tiempo, es que no hay forma de transitar la angustia de existir por fuera del lazo con otro. Y es allí donde me permito pensar mi lugar como trabajadora de la salud mental transitando por espacios públicos hoy, pudiendo instalar ocasiones, oportunidades de despliegues subjetivos en tanto formas únicas de lidiar con lo que produce el contexto actual. ¿Y cómo hacerlo en el encuentro con las adolescencias? Beatriz Gregoret (2018) en su texto Adolescencia: el cuerpo y su metamorfosis sostiene que “el adolescente es el que sabe y el analista lo sigue, pero eso que sabe, su goce, no sabe cómo decirlo. El analista lo sigue para acompañarlo a armar un poco su vida. A historizar su vida. Buscando leer las coordenadas en juego, la repetición, el traspié con el Otro, y así tantas veces el encuentro de un joven con un analista, abre la posibilidad de orientarse a partir de su propia historia y por su goce…” (p. 3)

 

Julián irá construyendo y escribiendo su propia historia. Una historia marcada por una adolescencia transitada en pandemia. Mi deseo es haber podido acompañar, aunque sea en parte, algo de este proceso y haber provocado alguna diferencia potenciadora de un afuera. Haber instalado un puente que produzca encuentro con otros. Otros por medio de los cuales seguir creando nuevas diferencias y, por tanto, posibles identidades.

 

Lic. Ayelén Aguirre

Residente de Psicología en PRIM Tandil

1/10/2022

[1] https://www.ms.gba.gov.ar/ssps/residencias/programas/Residencias_integradas.pdf

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